Los animales de la tierra empezaron a desesperarse, ya que sin agua no podían vivir y se les acaban las fuerzas. Se reunieron todos y decidieron ir a pedirle a Tiddalick que les devolviera el agua que tenía en su barriga.
Lo intentaron el canguro, el dingo, la cacatúa, pero ninguno de ellos consiguió que Tiddalick abriera los ojos y cambiara de opinión. Entonces, la comadreja dio una gran idea al grupo:
- ¡Tenemos que hacer reír a Tiddalick¡ – dijó entusiasmada – si ríe sin parar, conseguiremos que saque el agua de su barriga.
Con esa idea, todos los animales se fueron a ver a Tiddalick. Casi no tenían fuerzas porque estaban muertos de sed, pero hicieron un gran esfuerzo para hacer reír a la rana. Las cacatúas contaron chistes, los canguros hicieron unos saltos de circo, el lagarto puso sus caras más graciosas, sacó la lengua… Pero todo fue inútil, Tiddalick ni siquiera abrió un ojo.
Entonces apareció la anguila, pidiendo que le dejaran probar su estrategia. Empezó a moverse por encima de la rana, muy rápido y dando vueltas. De repente, Tiddalick empezó a reírse un poco, y cada vez más fuerte, hasta que un chorro de agua empezó a salir de su boca y la vida en la tierra volvió a su normalidad.
Es por eso que los nativos australianos observan a las ranas en el río y si beben mucha agua piensan que se acerca una época de sequía.
FIN
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